Tercera Clase/ Revolución Libertadora, Texto y guía de preguntas. PRIMER CUATRIMESTRE 2020.
La Revolución Libertadora (1955-1958)
Sergio R. Gamboa U.N.L.Z.
“Recuerdo haber seguido por radio desde una casa en Salta el
desarrollo del levantamiento militar de 1955: mientras los dueños de casa
festejaban en el comedor, las empleadas domésticas lagrimeaban silenciosamente
en la cocina. Seguramente, esa misma impotencia y rabia contenida era la que se
advertía en las barriadas obreras de todo el país” Ernesto Sábato
La herencia del peronismo en un mundo al cual “había” que
integrarse.
Si algo no
comprendieron los factores de poder que derrocaron al gobierno en 1955 fue que
la larga década peronista introdujo cambios muy profundos en la sociedad y en
la política de Argentina. El país no volvería a ser el mismo después del
peronismo, aunque vastos sectores de la revolución así lo buscasen tratando de
eliminar hasta los vestigios simbólicos más nimios del movimiento de los
seguidores de Perón. Es que el peronismo había hecho una verdadera revolución
social: todas las relaciones entre los grupos sociales se vieron bruscamente
redefinidas.
La Revolución supo crear desde el Estado una fuerza política
insuperable en las urnas, que daban al régimen una legitimidad política única,
alcanzada gracias a que “el peronismo marcó la coyuntura decisiva en la
aparición y formación de la moderna clase trabajadora argentina; su existencia
y sentido de identidad como fuerza nacional coherente, tanto en lo social como
en lo político...”1
Esa herencia que dejó el período no podía hacerse a un lado
una vez derrocado el gobierno peronista en 1955.
También en lo económico el
régimen había acelerado cambios, aunque no tan profundos como su conductor
hubiera deseado, entre esos cambios, “la toma de conciencia de una Argentina
industrial poco dispuesta a volver a la tutela de los dueños de vacas”2 ; cuya
impronta se hacía más profunda desde el agotamiento del modelo agro exportador
y de la apuesta del gobierno peronista a la profundización de un modelo de
sustitución de importaciones primero y a un modelo de desarrollo de industria
pesada después. Semejantes realidades no fueron tomadas en cuenta en su
totalidad por aquellos que iban a gobernar el país después de 1955, debido a la
gran heterogeneidad entre los que formaron el frente que había coincidido en
derrocar a Perón.
Si bien estas fuerzas, provenientes de los sectores
políticos más dispares, no lograban un consenso sobre cómo gobernar, coincidían
al menos en que había que reordenar la economía y la sociedad. Este
reordenamiento socioeconómico estaba fuertemente influenciado por los aires
novedosos de la primera década de la Guerra Fría. La Revolución Libertadora
coincidía en lo político con el sistema preponderante en Occidente: la
democracia liberal que se oponía decididamente al sistema político del área
soviética. Más allá de ello, tanto en la Argentina de los últimos diez años,
como en los Estados Unidos y en Europa, a fines de los cincuenta, la
intervención estatal ordenaba la relación entre los trabajadores y los
empresarios.
Los vaivenes políticos de la Libertadora: de Lonardi a
Aramburu.
Como los golpes de
estado de 1930 y 1943, el de septiembre de 1955 contra al gobierno de Perón,
fue llevado adelante por una alianza de jefes militares compuesta por
nacionalistas y liberales, donde esta última facción era la más poderosa.
Pero a diferencia de
aquellas dos experiencias golpistas esta interrupción constitucional fue
apoyada en forma conjunta por el arco político partidario (radicales
intransigentes y unionistas, conservadores y socialistas, demócratas cristianos
y grupos nacionalistas), además de las organizaciones corporativas burguesas y
la Iglesia Católica.5 El general de artillería Eduardo Lonardi, que tenía
vínculos de familia con sectores católicos y nacionalistas de Córdoba, era el
hombre indicado.
Entre el 16 y el 21 de septiembre de 1955 las tropas del
general E. Lonardi respaldadas por la Marina de Guerra ponían fin a diez años
de peronismo. El 21 de septiembre, en Córdoba, Eduardo Lonardi se declaró
presidente provisional y nombró un gabinete de emergencia.
Precisamente la cuestión peronista iba a convertirse en
fuente de discordia con el resto de los revolucionarios.
En su primer discurso
radial, el 17 de septiembre, afirmó que era tiempo de concordia y
reconciliación, anticipando que defendería los derechos de los “hermanos
trabajadores”, una semana después, desde el balcón de la Casa Rosada, que Perón
había ocupado durante diez años para su diálogo con el pueblo, el presidente
provisional afirmaba: “La victoria no da derechos” y retomando la fórmula de
Urquiza afirmaba: “En esta lucha no hubo vencedores ni vencidos”.
Pero este plan no era realizable, por empezar repugnaba los
más profundos sentimientos de los antiperonistas de la Marina liderada por el
vicepresidente y contralmirante Isaac Rojas. Pero el gobierno reconocía que la
opinión mayoritaria dentro de los trabajadores seguía siendo peronista y actuó
en consecuencia: la CGT no fue disuelta ni intervenida, sus bienes no serían
confiscados y se respetarían todas las conquistas sociales obtenidas a lo largo
de últimos doce años, inclusive La Prensa, confiscada a los opositores,
seguiría siendo propiedad de los sindicatos. Hasta se dio a entender que la
Fundación Eva Perón seguiría funcionando.
Sin embargo, mientras el gobierno “pactaba” con los
sindicatos, se tomaban medidas represivas contra los obreros peronistas. El
ejército ocupaba barriadas de Rosario, Avellaneda, Berisso y Ensenada y muchos
patrones sancionaban a los delegados sindicales o suprimían arbitrariamente
algunos beneficios sociales que legalmente correspondían a los asalariados. La
Marina de Guerra apoyada por la oficialidad laica y liberal del ejército,
empezó a dar muestras desagrado por la política llevada adelante por el
presidente, esa fuerza había tenido un peso sin precedentes en los
levantamientos contra Perón, y por tradición ideológica, rechazaba tanto al
integrismo católico como al nacionalismo de la nueva administración. Estaban
influenciados, además, por partidos políticos y grupos culturales laicos,
profundamente liberales ligados a la oligarquía nacional.
Los liberales del ejército y el vicepresidente (Almirante
Isaac Rojas) impulsaron una institución que contrarrestaría el poder de los
asesores y del presidente mismo: la Junta Consultiva Nacional, que tenía como
objetivo afirmar la orientación liberal y democrática del nuevo poder. Su
función consistía en asesorar al gobierno en asuntos políticos que éste decidiera
someter a su consideración. El 13 de noviembre, presionado por un grupo de
oficiales del ejército, la mayoría golpistas de 1951 y con el aval de la
Marina, el general Lonardi, presentaba la renuncia, acusando de traición a los
integrantes de esta sedición: “¡Y que sepan todos que no renuncio! Ustedes me
echan.”
La presidencia del General Aramburu (1955-1958):
“Desperonizar” al pueblo argentino.
La asunción del nuevo presidente, el general Pedro Eugenio
Aramburu (ex agregado militar en Estados Unidos) llenó de beneplácito al
conjunto político antiperonista: radicales, conservadores, socialistas y
demócratas cristianos. El análisis era el mismo: se había vencido al sector
nacionalista, que había desviado el sentido democrático de la revolución.
Sin embargo, desde el principio de su gestión Aramburu se
volcó hacia los liberales y a las consignas de los opositores al gobierno de
Perón: retiró a una docena de oficiales nacionalistas y ascendió a rabiosos
antiperonistas al grado de general. Estos jóvenes ultraliberales, que
rápidamente fueron designados con el mote de “gorilas” 3 , se pusieron de
acuerdo con los partidos políticos para desperonizar al ejército El liberalismo
económico y social se reflejó en la integración de los ministerios del gobierno
de Aramburu.
Así lo certificó la elección de hombres provenientes de las
familias tradicionales, de los grupos oligárquicos y provenientes del mundo de
los negocios, que eran miembros de directorios de numerosas empresas argentinas
y del exterior. Si algo significaba esta lista de nombres era que se había
producido una verdadera restauración: los “dueños” del país volvían a
gobernarlo. Empezaba así una segunda restauración del régimen oligárquico de
1880-1916.
Había que reeducar a las masas peronistas y reabsorberlas
gradualmente por partidos y sindicatos “democráticos”, se buscaba una
disolución de la identidad política de las mayorías. Esta concepción se basaba
en la teoría de que el peronismo era fruto de un líder demagógico apoyado en un
aparato eficaz de propaganda.
Los símbolos debían ser prohibidos: poseer imágenes de Juan
Perón y de Eva Duarte era delito, entonar la marcha peronista era pagado con la
cárcel, en los medios públicos no podía nombrarse al ex presidente (debía
decirse “Tirano Prófugo”), ni a su esposa, ni hacer mención de aspectos de su
gobierno en forma positiva.
En esta dinámica, un problema complejo se suscitó al
gobierno de Aramburu. Desde 1952, a la espera de la construcción de un
mausoleo, el cadáver de María Eva Duarte de Perón (Evita, para el pueblo),
momificada por el doctor Pedro Ara, reposaba en la sede la CGT. ¿Qué hacer con
ese cuerpo? No podía el gobierno enterrarlo sin que las masas concurrieran en
peregrinación hacia ese lugar, no podía destruirlo por miedo a las represalias
de los peronistas, ya que Evita era para ellos “La abanderada de los humildes”,
la “Santa de los Pobres”4, pero tampoco podían dejarlo en el lugar donde había
sido alojado.
La solución que los revolucionarios dieron a este problema fue
secuestrar el cuerpo y llevarlo al extranjero (Italia) donde fue enterrado con
otro nombre. Ese cuerpo, que recién fue restituido a Perón en los primeros años
de la década de 1970, significó para las masas peronistas una afrenta que no
iba a ser olvidada. Aramburu afirmó el 14 de noviembre, que la democracia era
asunto de demócratas, que se encontraba en la tradición política nacional que
apareció en 1810 y resurgió después de Caseros. Esta línea política
ultraliberal, denominada “Mayo-Caseros”.
El problema electoral
El gobierno era provisional, ya que planeaba llamar a
elecciones libres cuando se desmontara el aparato estatal peronista. Los
revolucionarios estaban totalmente convencidos que las elecciones de 1951 Perón
las había ganado gracias al fraude, la coerción y la manipulación de la
opinión.
Las soluciones dadas por el gobierno no eran variadas. O se
evitaba que los “totalitarios” volvieran al gobierno a través de proscripciones
o se ponía en marcha una “dictadura democrática”, que reeducaría al país.
Pero estos dilemas representaban menor influencia en el
futuro nacional que los que afectaban a la Unión Cívica Radical, principal
fuerza política organizada en 1956. Prontamente, este partido iba a dividirse
en dos, de acuerdo a pactar con el peronismo o no, la Unión Cívica Radical
Intransigente, liderada por Arturo Frondizi y la Unión Cívica Radical del
Pueblo, cuyo líder era Ricardo Balbín-
Una vez caído el gobierno de Perón, Frondizi y sus
seguidores lanzaron una campaña destinada a atraerse a los peronistas. Para
esta facción el verdadero enemigo del radicalismo no era el movimiento
justicialista, sino la oligarquía y sus aliados en el campo democrático-
El gobierno decidió convocar una Asamblea Constituyente que
se encargaría de abolir la Constitución de 1949 antes de entregar el poder a
las nuevas autoridades. Esa Asamblea Constituyente no era propicia para
Frondizi y los suyos. El dilema era que se iban a realizar elecciones con el
objeto de derogar una Constitución hondamente peronista para desperonizar a las
instituciones, y los intransigentes pretendían captar el voto peronista para
llevarlo a cabo. Tampoco el gobierno estuvo ajeno a estos acontecimientos, los
miembros participantes serían elegidos aplicando un sistema de representación
proporcional (sistema D’ Hont) y no la estipulada por la Ley Sáenz Peña, este
sistema aseguraba una más amplia representación de los partidos menores en
detrimento de la mayoría radical.
La elección reeditó el triunfo de quienes habían venido
ganando desde 1946. Si bien por poco margen, el peronismo volvía a ganar las
elecciones, esta vez a través de los votos en blanco que representaban el 24%
del recuento general. Casi el 24% fue para la U.C.R.P. y la tercera ubicación
para la Intransigencia con 21,2% de los sufragios. Gracias al sistema de
representación proporcional, los partidos minoritarios se vieron sobre
representados. Cumpliendo lo prometido la U.C.R.I. se retiró inmediatamente de
la Asamblea que se había reunido en Santa Fe, llevándose 77 de los 202
constituyentes. A ellos los siguieron los constituyentes de la Unión Federal y
de pequeños partidos de orientación neoperonista. Cuando terminó de aprobarse
el artículo que actualizaba los derechos individuales y los derechos sociales
(Artículo 14 Bis), y se esperaba que empezara a tratarse la verdadera tarea
reformadora, los partidos conservadores se retiraron y dejaron a la
Constituyente sin quórum para sesionar.
El 4 de febrero de 1958, Perón anunció en una conferencia de
prensa, en la ciudad Santo Domingo, su respaldo a la candidatura presidencial
del Dr. Arturo Frondizi. Por su parte, el líder intransigente se comprometía a
poner en práctica una amplia amnistía, reconocer legalmente al justicialismo y
eliminar las trabas a la consolidación de la CGT. Pronto en las calles de
Buenos Aires, Córdoba, Rosario y otras ciudades la consigna se pintaba en las
paredes: “La orden es: Frondizi el 23”, que aludía a la fecha de los comicios:
el 23 de febrero de 1958.
En febrero de 1958, Arturo Frondizi candidato de “veinte
millones de argentinos” por “el desarrollo económico, la legalidad
constitucional y la paz social” superaba a la fórmula de la U.C.R.P. lideraba
por Ricardo Balbín, candidato del antiperonismo y del gobierno provisional. La
noche del 23 de febrero de 1958, las barriadas fabriles volvían a llenarse de
gritos de victoria y de canciones prohibidas que no habían sido olvidadas. Esa
misma noche mientras el general Aramburu invitaba al vencedor a hablar por
radio desde la casa de gobierno, el nombre aclamado era el del ex presidente en
el exilio, verdadero artífice de la victoria electoral. La reacción de las
Fuerzas Armadas antiperonistas fue que no debía entregarse el poder a Frondizi,
electo por los peronistas. Para los revolucionarios de 1955, la victoria del
candidato de la UCRI, aliado de Perón, significaba la posibilidad de la
restauración de la “segunda tiranía”11, ¿Se había hecho una revolución para
nada?
La liberación de la economía y la sociedad
Luego del golpe de estado de septiembre de 1955, el gobierno
de Lonardi comisionó a Raúl Prebisch, ex Director del Banco Central de la
República Argentina hasta 1943 y en ese momento secretario de la CEPAL, para
que elaborara un informe sobre la situación económica argentina y los mejores
modos de solucionar sus problemas. El resultado fue el “Informe preliminar
sobre la situación económica de la Argentina”.
El plan Prebisch era vigorosamente liberal y atacaba
directamente a la regulación económica, enfocaba la situación esencialmente
desde el punto de vista ortodoxo de la moneda y las reservas de divisas. Así
entre las propuestas se contaban un uso más liberado de las devaluaciones, el
desmantelamiento de IAPI, algunas privatizaciones en el sector estatal, la
reducción de gastos del gobierno, restablecimiento de la autonomía bancaria, se
terminaban los controles de precios, las subvenciones, los tipos de cambio
múltiples y los impuestos a las exportaciones.
Obedeciendo a recomendaciones imperativas del Plan, las
autoridades de la revolución solicitaron el ingreso de Argentina al Fondo Monetario
Internacional y al Banco Mundial. De esta forma, se buscó acceder al crédito
para superar una situación transitoria de iliquidez externa, que iba a
repetirse a lo largo del periodo inaugurado en 1955. Esos créditos del FMI
estuvieron condicionados a medidas de contracción monetaria y fiscal,
tendientes a reducir el ritmo de la actividad económica y mejorar los saldos
comerciales, en lo inmediato se debía volver al predominio de una Argentina
rural.
Al igual que en el Segundo Plan Quinquenal, se proponía
aumentar la disponibilidad de capitales, acrecentando las exportaciones
agrícola – ganaderas, pero la diferencia estribaba en que para Prebisch debía
hacerse una redistribución del ingreso nacional distinta a la llevada a cabo
por el peronismo para poder estimular al sector rural.
En principio la balanza comercial dio superávit, esto se
debía a las devaluaciones de la moneda y la entrada de capital externo colocado
a corto plazo. La entrada de divisas estimulaba la expansión del sector
industrial y comercial y de los servicios ligados al mercado interno, a la vez
esas divisas servían para pagar los insumos necesarios para mantenerlos en
movimiento. Esta expansión significaba un aumento de las importaciones y
concluía con un déficit en la balanza de pagos en caso de tener problemas en
las exportaciones. Para salir de este atolladero, el gobierno de Aramburu trató
de implementar una serie de medidas recesivas: una fuerte devaluación,
suspensión de créditos, paralización de obras públicas, etc., que reducían el
empleo industrial y los salarios
Los sectores rurales acusaron al gobierno de continuar con
la política peronista de sacrificar al agro a los intereses de los sectores
urbanos; los estancieros y chacareros no admitían y reaccionaban ante el
restablecimiento de los controles de precios, las retenciones a las
exportaciones y los gravámenes a la importación de maquinaria agrícola. Si la
política era “desperonizar” la sociedad, la economía venía a cumplir la función
de desbaratar los logros de la década peronista. A una política económica
hostil a las clases trabajadoras se agregaba, como se ha visto, una persecución
intensa del movimiento que las había representado. Como era de esperar la
respuesta del peronismo iba a ser el combate por logros realizados: comenzaba
la larga “Resistencia”, cuyo objetivo era la vuelta de Perón al gobierno y el
retorno al “paraíso perdido” de 1946 a 1955.
Los comienzos de la Resistencia Peronista
Comenzaban a definirse prácticas sociales de acción directa
al estar vedada, para el partido mayoritario, la mediación política. El
objetivo era el retorno del ex presidente y la reversión de la legalidad
producida por la Revolución Libertadora. Esta lucha se dio en llamar
“Resistencia Peronista”. La resistencia peronista se divide en dos periodos: el
primero se extiende desde fines de 1955 a comienzos de 1958 y el restante,
desde fines de 1958 a fines de la década de 1960 (aquí se considera sólo la
fase de 1955 a 1958).
Hasta 1958 la resistencia se plasmó a través de una serie de
complots cívico – militares, ataques la propiedad, a símbolos y a medios de
transportes, huelgas, sabotaje industrial y desde 1956-1957 la proliferación de
bombas (llamados popularmente como “caños”). Los testimonios de la actividad de
la resistencia muestran que su origen fue espontáneo, incluso al principio sin
una coordinación ni conducción. Por otro lado, los hombres de estas actuaciones
fueron un grupo heterogéneo de trabajadores: obreros, empleados, aun
desocupados, suboficiales y oficiales o ex miembros del ejército.
La amplitud de la resistencia ofrecida por la militancia
peronista de base al golpe de septiembre y la dureza de la respuesta a esa
resistencia, determinaron los acontecimientos de esos meses.
“En Buenos Aires, por ejemplo, el ejército hizo fuego contra
una numerosa manifestación que procuraba llegar al sector céntrico del Capital
Federal. También se informó de nutridos disparos de armas pequeñas en la zona
de Avellaneda. Fue preciso enviar a Ensenada y Berisso fuertes contingentes de
refuerzos para ocupar las posiciones estratégicas y puntos de acceso a las
ciudades.”6 Rosario, llamada “la capital del peronismo”, fue testigo desde el
18 de septiembre, dos días después de estallada la revolución, de una
paralización en pleno de la ciudad, seguida de manifestaciones obreras y
represiones consiguientes. Si durante el día la ciudad se llenaba de
manifestantes, por la noche se escuchaban disparos de armas y detonaciones de
bombas. Todas las fábricas estaban paralizadas.
La huelga del 3 de noviembre de 1955, proclamada por la CGT
y luego cancelada, fue convertida por los militantes de base en otro masivo
acto antigubernamental. Esta oposición de las bases fue fundamentalmente
espontánea, instintiva, confusa y acéfala.
El 16 de noviembre el gobierno intervino la CGT y todos los
sindicatos que la integraban, cuyos dirigentes en su mayoría fueron
encarcelados. Ese mismo día la huelga fue levantada, aunque muchos obreros ya
habían vuelto a sus tareas. y fueron encarcelados grandes cantidades de obreros
participantes de esas huelgas. El gobierno de Aramburu y Rojas, consideraban
que el peronismo era una aberración que había que erradicar, un mal sueño que
había que extirpar de la mente de los argentinos. De esta forma, la política
hacia la clase obrera siguió tres líneas maestras: proscribir legalmente un
estrato entero de dirigentes peronistas para apartarlos de toda futura
actividad, llevar adelante una persistente represión e intimidación del
sindicalismo y sus activistas, y por último, hubo un esfuerzo concertado entre
el gobierno y los empleadores en torno del tema de la productividad y la
racionalización del trabajo.
Como se dijo, la resistencia en las fábricas no fue la única
forma de enfrentarse con el régimen que depuso a Perón en 1955. En la primera
mitad de 1956 se dieron una serie de tentativas de sabotaje, estos consistían
en pintar consignas, tratar de incendiar depósitos de granos, quemar vagones
ferroviarios, incendiar locales partidarios aliados a la revolución, destruir
plantas de electricidad, etc. También en las fábricas existía una creciente
actividad de sabotaje: destrucción de máquinas, bajos niveles de producción,
destrucción de materia prima o de productos ya terminados. Es de destacar que
la organización era caótica y basada en grupos locales. Para abril de 1956
había en el Gran Buenos Aires más de doscientos “comandos”, de los que formaban
parte alrededor de 10.000 hombres, pero con un control muy tenue sobre ellos.
También existían células clandestinas formadas por amigos de
barrio o de vecinos de una misma barriada. Estas células se encargaban de la
pintura de consignas y la distribución de volantes, actividad que era
considerada como ilegal por el gobierno ya que la sola mención del nombre de
Perón o de consignas peronistas, suponía riesgos y consistía una legítima forma
de protesta. En 1956 se intensificaron los ataques con bombas contra objetivos
militares y edificios públicos. En diciembre de 1955 fueron descubiertos los
complots del coronel Federico Gentiluomo en la Plata, el del general Raviolo
Audisio en Mendoza y uno de suboficiales en San Luis. Estos complots culminaron
con el intento del general Juan José Valle del 9 y 10 de junio de 1956. En
varios puntos del país, el 9 de junio de 1956 estallaba una rebelión armada.
Los epicentros fueron el 7° Regimiento de Infantería de La Plata y la Escuela
de Suboficiales Sargento Cabral de Campo de Mayo. Además, grupos de civiles y
militares tomaron estaciones de radio y destacamentos policiales. En pocas
horas este levantamiento fue aplastado por falta de coordinación, intervención
de espías y preparación. La aviación naval bombardeó el 7° de Infantería y la
infantería de marina arrestó cerca de mil sediciosos. Se implantó la ley
marcial y se aplicó un procedimiento sumario a los líderes de los rebeldes y a
los supuestos sospechosos, condenándolos a muerte y fusilándolos los días 11 y
12 de junio.
Se ejecutó a treinta y ocho civiles y militares, entre ellos
al general Juan José Valle, jefe de la rebelión, único golpista argentino a
quien se aplicó la pena de muerte por revuelta armada. Ahora los peronistas
tenían mártires y este incidente fue para ellos, inolvidable e imperdonable.7
Los documentos básicos de esta etapa fueron: “Directivas
para todos los peronistas”, (enero de 1956), “Instrucciones generales para
dirigentes” (julio de 1956) Otros tres documentos completan las comunicaciones
entre el conductor y sus seguidores, “Declaración del Movimiento Peronista”,
“Mensaje a los Compañeros Peronistas” (ambos de abril de 1957) y “Compañeros Peronistas”
(octubre de 1957) De acuerdo con Perón, la estrategia era la de una “guerra de
guerrillas”, donde la resistencia civil iba a desempeñar un importante papel.
Para la comunicación con los resistentes, Perón escogió a
principios de 1957 un delegado, era un joven peronista que había sido diputado
nacional: John William Cooke, si bien era el vocero de Perón su posición puede
definirse (en consonancia con el líder y a la coyuntura) en la siguiente frase:
“Nosotros no estamos en contra de una política, sino contra el sistema”, de
allí que según él el movimiento debía ser totalmente inflexible a pactar con el
gobierno.
En 1957 esa postura dará como resultado una tácita división
en la resistencia. El éxito de la resistencia en los sindicatos permitió que
éstos consiguieran legitimar y legalizar sus actividades antes
semiclandestinas, es decir estaban en condiciones de pactar con el gobierno
desde una posición de fuerza, dejando el objetivo de la vuelta de Perón como
una lucha a largo plazo. De esta posición, como la de aquellos políticos que
buscaban hacerse con los votos del peronismo, iba a nacer una nueva corriente:
el neoperonismo o el peronismo sin Perón, que iba a tener durante la siguiente
década una participación significativa en la política nacional.
En la conciencia social peronista la Resistencia incluyó una
serie de respuestas a los ataques desde el gobierno militar que amenazaban los
logros de diez años de peronismo. En 1958 la Resistencia, había cumplido a
medias con el objetivo que se había propuesto, pero eso no amedrentó a los
peronistas que no bajaron ni los brazos ni los ojos del cielo escudriñándolo
para ver si se divisaba el famoso avión negro que traería de vuelta a Perón.
Pero si algo logró fue reafirmar la conciencia de clase entre los obreros,
ahora sin tutela estatal y defender los logros que el peronismo había
conseguido para los trabajadores en general.
Citas al pie de página.
1 1.James Daniel 1990.
2 2. Halperín Ddonghi, Tulio 1995.
3 3. Haciéndose eco de una canción de moda en esos
años, cuya letra afirmaba: “ahí vienen los gorilas...”, el ingenio popular
caricaturó a los antiperonistas más radicales con ese apodo.
4 4. Es notable
que en los hogares más humildes la devoción por la Virgen María, San Cayetano,
el Sagrado Corazón convivieran con la de Eva Duarte. En los altares hogareños
su imagen se encontraba junto con los santos más populares.
5. Es destacable que vastos
sectores del clero bajo apoyaban al peronismo, sacerdotes en parroquias barriales, en sectores marginados
y en el Interior. No obstante, y aun con la presencia de algunos obispos que
adherían al régimen, el Episcopado argentino dio apoyo al golpe de 1955, luego
de un largo conflicto entre la Iglesia y el gobierno de Perón desde 1954.
6 6. Diario La Nación, septiembre de 1955, citado por
James, Daniel, 1990.
7 7. La agrupación Montoneros, en junio de 1970,
secuestró y ajustició al general Aramburu luego de un juicio popular, los
cargos eran haber robado y ocultado el cadáver de Eva Perón y los fusilamientos
de 1956.
Guía de preguntas.
Señale las diferencias en objetivos frente al peronismo
entre los Generales Lonardi y Aramburu.
Cuál es el plan económico impuesto por la Libertadora.
Qué es la Junta Consultiva qué rol cumple.
Caracterice las elecciones para Constituyentes y
presidenciales del año 1958. Resultados, rol del peronismo, alianzas, plan de los
militares.
Defina a la Resistencia Peronista. Actores, objetivos,
acciones.
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